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Cómo prevenir el Acoso Escolar en los centros escolares

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El pasado 31 de mayo el Dr. Iñaki Piñuel, reconocido experto en Acoso y Violencia Escolar, impartió una conferencia en la Universidad de Deusto con el título que lleva esta entrada (que se corresponde con el de uno de sus libros). El acto estaba organizado por Deusto Alumni. Voy a recoger aquí algunas de las ideas presentadas.

El acoso escolar es un problema muy serio al que recientemente se le ha empezado a dar la importancia que tiene. Una actitud muy habitual es la que se refleja en comentarios como: “son cosas de niños”, “es algo que siempre ha habido”, etc., que pueden provenir tanto del alumnado, como del profesorado, las familias o de los responsables educativos. En el sistema educativo hay una especie de ‘síndrome de negación’. Cuando evaluaron (Estudio Cisneros) en 2005 y 2007 se encontraron que el acoso y violencia escolar (AVE) superaba el 23%, frente a la incidencia ‘oficial’ que hablaba de entre un 2 y un 4%. Además, cerca del 11% de los afectados tenían daño severo (que podría incluso llevar al suicidio). Sorprendidos por el dato buscaron otras fuentes y vieron que en el informe Bullying among Irish schoolchildren (HBSC IRELAND, 2002), la cifra para España era del 24%.  Véase también Unesco (2017).

Si se actúa pronto el proceso puede ser detenido. Cuando interviene la inspección educativa ya suele ser demasiado tarde y no queda otra solución que la salida de la víctima. El bullying no es un mal necesario, no es una situación ante la que resignarnos. Es una verdad incómoda, porque es molesto intervenir y romper el proceso. Para ello el primer paso es medir, enfrentarse a la realidad de que, según su experiencia, en todas las aulas se da.

Uno de los problemas radica en que no se tiene una buena definición de lo que es al AVE y habitualmente se reduce a los casos más graves, a aquellos en los que la violencia se ve porque ha ocurrido una agresión física (aquí es donde se suele avisar a la inspección).

Según el Dr. Piñuel estos son los elementos presentes en el acoso escolar:

  • Una o más conductas de hostigamiento.
  • Maltrato repetido.
  • Proceso continuado en el tiempo (lo que hace posible que se pueda anticipar y prevenir).
  • Estigmatización de la víctima, fragilidad social y aislamiento.
  • Sensación de impunidad del agresor y refuerzo social (obtienen reconocimiento, éxito y poder). Si no se les frena a tiempo llegan a la edad adulta repitiendo conductas, ejerciendo algún tipo de violencia sobre otras personas.

Como consecuencia de lo anterior se acaba dando en la víctima la ansiedad anticipatoria. Gota a gota van siendo destruidos psicológicamente y su salud física también se ve afectada.  Desarrollan un relato culpable, no entienden lo que les pasa y empiezan a creer que han tenido que hacer algo muy grave.

Es importante entender que el AVE es un proceso. En el mismo se pueden diferenciar cuatro fases.

Fase I: Incidentes críticos. A lo largo de nuestra evolución como especie hemos aprendido que la forma más rápida de unirnos y cooperar es ir contra un chivo expiatorio, un enemigo común, que funciona como pararrayos de nuestra violencia. En esta primera fase la violencia es indiferenciada, de todos contra todos. En este momento va a ocurrir el efecto señal; algo que se va a interpretar como negativo va a servir para estigmatizar: algún rasgo, la forma de ser, la conducta, tener las mejores/peores notas, etc. Es importante insistir en que no hay perfiles previos. Cualquiera puede ser victimizado por razones banales, frívolas, e incluso aleatorias. Algunas personas tienen más probabilidades de sufrirlo: quienes vienen de situaciones en las que han sido victimizadas, ya que su capacidad de resistencia es menor y suelen carecer de redes de apoyo. Es como si los grupos ‘olfatearan’ esa vulnerabilidad.

Fase II: Repetición. Se han dado los primeros incidentes y hay impunidad hacia los agresores; no hay sanción (ingenuamente algunas personas piensan que es retrógrado poner sanciones); no se protege a la víctima; se frivolizan los hechos (“a ver si se arreglan entre ellos”); se refuerza la conducta del agresor (hostigar hace que otros le sigan en lugar de defender al débil); y al final se acaba normalizando (“es lo que hay”, “el mundo es una selva”, “tienen que hacerse fuertes”, “algo habrá hecho”, etc.). Las víctimas sufren miedo, terror, somatización. No se inventan enfermedades, no exageran, sus males tiene origen psicológico. A partir de este punto, si se pasa de esta fase, ya no hay prevención posible, la única posibilidad es la salida de la víctima del centro.

Fase III: Chivo expiatorio. Empiezan a agregarse personas al gang de agresores en un proceso más mimético que deliberado. Van todos contra uno (unanimidad persecutoria). Se da un error básico de atribución en los orientadores, psicólogos, familias, etc.: se empieza a justificar lo que le pasa a la víctima por alguna característica, conducta u otro motivo; se carga la responsabilidad sobre la víctima. Quienes defienden a la víctima son atacados (victimización secundaria). En la víctima empiezan a aparecer daños psicológicos similares a los producidos por un estrés postraumático.

Fase IV: Victimización. En esta fase la víctima internaliza la culpabilidad. Ya está completamente excluida del grupo. Es aquí donde algunas personas empiezan a pensar en el suicidio como la única forma de terminar con el problema, “si yo soy el error…”. Hay muchas personas que creen que es aquí cuando se produce el acoso, pero ésta es la última fase. Cuando se llega aquí no hay otra solución que apartar a la víctima, que sale a otro centro. Cuando llega a ese centro puede repetirse el patrón, no porque haya un perfil previo, sino porque es más vulnerable, tiene menor resistencia y eso es percibido por el grupo. Además, una persona recién llegada no cuenta con apoyos.

La OMS (2016), en una Nota descriptiva sobre la violencia juvenil, señala como programas prometedores, entre otros: a) “programas de aptitudes para la vida y desarrollo social concebidos para ayudar a niños y adolescentes a controlar su agresividad, resolver conflictos y a adquirir las aptitudes sociales necesarias para resolver problemas”; b) “programas de prevención contra la intimidación en las escuelas”.

El Dr. Piñuel lidera un equipo de experto que ha desarrollado el programa AVE© de Prevención del Acoso y la Violencia Escolar, que se caracteriza por parar el proceso en las fases 1 y 2. Para esto no hay más remedio que medir.  Lo que no se mide no se puede gestionar. Cuentan con una herramienta psicométrica que es el TEBAE© (Test de Evaluación Breve del Acoso Escolar). En la mayoría de los protocolos que tienen los centros y las comunidades autónomas se empieza a actuar cuando hay una queja o una denuncia, pero, como ya hemos visto, eso es demasiado tarde. Existe un ‘pacto de silencio’ ante la realidad del acoso, es más conveniente “no enterarnos”.

Trivializar y banalizar el acoso escolar significa extender y propagar el problema. Actuemos para que no haya niños y niñas que sufran daños severos y para evitar que haya niños y niñas que lleguen a la edad adulta comportándose como auténticos psicópatas.

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